A sus 81 años, menuda, con sombrero de ala, gafas negras y bastante pose, pasó por Bilbao Yoko Ono, la viuda de John Lennon. Venía a inaugurar en el Guggenheim una retrospectiva con más de 200 de sus obras realizadas en sus más de sesenta años de vida artística. Ofreció además tres de sus perfomances, dos de ellas recreadas por ella misma. Pero lo que me llamó la atención fue lo que dijo: "En la escuela elemental, todos los niños japoneses cantábamos una oración en la que un guerrero pedía a la Luna Nueva sufrir siete desgracias y ocho sufrimientos para hacer de él una persona mejor y así contribuir a mejorar el mundo. No le importaba sufrir. Me parecía algo increíble. Yo quería ser así".
Tras escucharle, vi una noticia sobre la señora Barcina que decía que ella no dimitía y que no la sacaban del Palacio Foral ni con agua hirviendo, mientras un dirigente del PSN afirmaba enfático que el no que le habían dado a Roberto Jiménez en Ferraz a cuenta de la moción de censura a la señora, reforzaba al PSOE. Toda la vida diciendo que son los navarros los que tienen que decidir, y al final, deciden en Madrid. Y me dije: "Algo parecido a las siete desgracias nos ha ocurrido en Navarra".
Y me acordé de aquel dirigente democristiano donostiarra y seguidor acérrimo de la Real, Iñigo Cavero Latallaide, barón de Carondelet, que fue ministro de Educación, de Justicia y de Cultura en tiempos de la UCD. Siéndolo de Justicia, nos arregló los papeles a Don Manuel de Irujo, a Mikel Isasi y a mí para que obtuviéramos la gloriosa nacionalidad española y a Don Manuel para arreglarle su pensión de ex ministro. Un día, cuando Cavero estaba en el Grupo Mixto, me llamó para que charláramos en la parte posterior del hemiciclo del Congreso y me contó algo que no tengo para olvidar: que Navarra es una autonomía uniprovincial, porque así lo quisieron los militares. Y me dio la argumentación que esgrimían: "Tiene dimensión de país, tiene frontera con Francia y tiene granero". Lo del granero no era fácilmente comprensible, de no ser que esperaran una nueva glaciación. Pero esa fue la razón por la que los militares impidieron que Navarra formara parte del Estatuto vasco.
Previamente se había hecho presente aquella alocada Marcha de la Libertad de Telesforo de Monzón, tan equivocada como la campaña del PNV en la República bajo el lema A la conquista de Navarra, que asustó al personal y que gracias a las manipulaciones de las actas de los resultados dejó a Navarra fuera del Estatuto de Estella. Lo demostró con datos el historiador Jimeno Jurio y nuestros mayores tuvieron que pasarse cinco años tras un estatuto que se logró en plena guerra y sin Navarra, que ya para entonces estaba ocupada por las tropas de un Mola que había impuesto el terror.
Volví a las desgracias del guerrero de Yoko Ono y me acordé del disgusto de Don Manuel de Irujo por no haber ido en las elecciones de junio de 1977 con nuestra propia sigla, EAJ/PNV, sino metidos en una piscina de siglas que respondían al nombre de UAN (Unión Autonomista de Navarra). Aquello se hizo por puro complejo y hasta 1982 no fuimos con nuestras propias letras, lo que nos sacó del mercado electoral logrando que UPN se metiera en nuestro caladero de votos. Lo Vasco-navarro no era algo ajeno al país. Estaba en los autobuses, en los colegios profesionales, en la vida diaria, y hasta el abuelo de José María Aznar, natural de Etxalar, decía que él era un vasco de Navarra. No un vasco navarro.
Ese error lo aprovechó bien un señor bastante carca que se llamaba Rafael Aizpun, quien a pesar de su apellido euskerico era un antivasco visceral, un navarrista dogmático, bastión del navarrismo españolista porque no hay que olvidar que estos supernavarros por encima de cualquier otra consideración son españoles y furibundos detractores del nacionalismo vasco, llevando en su ADN la defensa a ultranza de Navarra como comunidad foral uniprovincial. Sus fobias a cualquier confluencia con la Comunidad Autónoma Vasca hicieron a Aizpun abandonar UCD en 1978 por entender que ese partido no garantizaba suficientemente la identidad diferenciada de Navarra, rechazando incluso la Constitución de 1978 por el hecho de que se incluyera una disposición transitoria, bien negociada por el PNV, que garantizaba a los navarros pronunciarse cuando quisieran a través de un referéndum. En 1979 fundó UPN y en 1989 firmó un acuerdo con Aznar para las elecciones generales, quedándose ellos como marca hispánica del PP en Navarra hasta que Miguel Sanz rompió un invento que Yolanda Barcina ha tratado siempre de recomponer. Con los vascos, nada; con los españoles, todo.
En este rápido repaso sobre las desgracias que Yoko Ono dice que fortalecen, no podemos olvidar la acción letal de ETA, que con cada atentado abría aún más el abismo entre comunidades; ni tampoco la acción deletérea del Diario de Navarra, ni la división del Partido Socialista Vasco que incluía a Navarra y que llegó a tener a Carlos Solchaga, de Tafalla, como portavoz del Grupo Socialista vasco en el Congreso, como lo fue Ernest Lluch del catalán. Urralburu y Víctor Manuel Arbeloa, contando con la pasividad de Benegas, Casas y Maturana, crearon el Partido Socialista de Navarra, el actual PSN, que sólo vive como sucursal del PSOE madrileño. Ni podemos olvidar la figura de Jaime Ignacio del Burgo, perfecto heredero de Aizpun, más dogmático y verdadero perro del caserío del más cerril de los navarrismos, que si hubiera podido construir un muro entre Navarra y la CAV, seguramente lo hubiera propuesto a pesar de sus buenas maneras y hablar pausado.
Y, para terminar el paseo, con música de los Beatles, no olvidemos lo que estuvo a punto de cuajar en 1996 entre el lehendakari Ardanza y el presidente navarro Javier Otano con aquel Órgano de Cooperación Permanente que de haber funcionado otra sería la historia. Sus finalidades eran establecer y desarrollar la cooperación en áreas de interés común, coordinar las políticas efectivas en las materias de su competencia, definir y poner en marcha iniciativas y proyectos comunes, realizar investigaciones en los ejes de cooperación citados, y así hasta cinco iniciativas más.
Desde el primer momento, estuvo torpedeado por Miguel Sanz, Aizpun y del Burgo y como tenía que ser aprobado por las Cortes Generales, sorpresivamente a Otano se le descubrió una cuenta en Suiza, y aquella institución se malogró. Una buena iniciativa que los separatistas y los separadores consiguieron dinamitar.
Luego nació Nafarroa Bai como gran esperanza con un Patxi Zabaleta que se enfrenta a HB en relación con la violencia, pero que sorpresivamente entrega la pera en dulce a Bildu. Y ante esto surge con fuerza y futuro Geroa Bai que con un buen equipo y los pies en el suelo trata de que "la cuestión de Estado" que es Navarra para los madrileños conecte con la Navarra secular y vuelva por unos fueros que no pasan por unos supernavarros que se han cargado la Caja de Navarra y han metido la mano en la hucha todo lo que han podido, mientras mantienen al euskera en bantustanes.
Vuelvo a Yoko Ono. Después de haber dicho lo de las desgracias, terminó diciendo: "Con el tiempo me olvidé de esa oración y me ocurrieron muchas desgracias, hasta en un momento creí que eso era demasiado y dije: ¡basta!. Convertí esas siete desgracias y ocho sufrimientos en siete felicidades y ocho tesoros, aquí representados. Son mi contribución a esta ciudad y a este bello país que es Euskadi."
Esperemos, pues, que tras estos 35 años de desencuentros, sabiendo hacer política y con el GPS bien puesto, logremos que Yoko Ono tenga razón y que las canciones de John Lennon y de los Beatles nos acompañen hacia ese tesoro que es la unión de todos los vascos que ya plasmaron nuestros mayores en el Zazpiak Bat.
Decía Pablo Neruda, "podrán cortar todas las flores pero no podrán impedir que renazca la primavera". Pues eso.
IÑAKI ANASAGASTI
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