“The Fool on The Hill” es una canción de Paul McCartney, está en Magical Mistery Tour. Era una época muy lúdica de Los Beatles y, básicamente, hacían lo que querían en esos videos, que estaban muy inundados del absurdo y del nonsense. No sé qué me captó primero de la canción. A mí me pasa mucho con las canciones que por ahí las escucho mil veces, pero después hay una que me hace clic. Y entonces no paro de escucharla durante días. Ahora me pasa eso con “The Fool on The Hill”. De chico escuchaba más los primeros discos de Los Beatles, Magical Mistery Tour no lo tenía. En realidad, lo terminé valorando después.
Cuando me gusta mucho algo, lo analizo hasta el hartazgo. O, por lo menos, trato de ver qué es lo que gustó de eso. Con las canciones en inglés, siempre hay algo que dice la letra que me atrae; sé algo del idioma, aunque no esté prestando atención a lo que dice, exactamente. Tal vez alguna frase me llamó la atención. Y en “The Fool on The Hill” fue con el estribillo: “El tonto en la colina mira el sol caer /y los ojos en su cabeza miran el mundo girar”.
No sé exactamente de qué habla, pero esas imágenes, que son medio ambiguas, me resultan muy seductoras. Puede estar refiriéndose a alguien que es muy tonto o todo lo contrario, alguien que es muy observador y que es un incomprendido. Podría estar hablando de Dios, también. Después leí por ahí que aludía al Maharishi, pero bueno, es una cosa muy de McCartney. La letra está abierta a distintas interpretaciones.
Siempre fui más fanático de Lennon que de McCartney, porque es el tipo que llega al corazón: te lo agarra con la mano y te lo aprieta. A McCartney, en cambio, no lo entendía. Pero en los últimos años, tal vez a partir de que me fui adentrando en la labor de compositor, me di cuenta de que McCartney es un genio increíble desde el punto de vista compositivo.
Quizá lo que voy a decir es más para músicos, pero “The Fool on The Hill” tiene una parte A/B muy clara, con la parte A en tonalidad mayor y la B en tonalidad menor. Es una armonía muy tradicional, muy clásica, muy Mozart, pero es perfecta. Después hace unos cambios armónicos muy chocantes, repentinos, que a cualquiera le quedarían mal. Pero, por la dulzura de la melodía, a McCartney le quedan bien.
McCartney es un genio que tal vez tiene más que ver con esta época que Lennon, en un sentido musical: es un resumen mucho más ordenado del sistema tonal. El sistema musical que nosotros escuchamos está basado en tensiones y distensiones. En realidad, el oído capta colores. Pero el sistema tiene una característica muy particular y es que el oído, físicamente, tal vez influido cultural y socialmente, capta cuando algo reposa y cuando algo genera tensión dentro de un contexto.
Un excelente resumen de todo eso lo encontrás en McCartney. Es como Mozart: la perfección. No entendía cuando alguien decía que Mozart era muy perfecto y que por eso, si escuchabas una obra suya, te curaba los dolores de cabeza. Pero cuando te hacés carne de esa música, te das cuenta de que es verdad, es así: cuando algo está extremadamente bien hecho, te contagia una especie de armonía.
El sonido, a la vez, es fundamental. Plantearlo sólo a nivel armónico sería un error, porque eso ya lo superaron Debussy, Mozart o Bach. Te vas más atrás y encontrás gente que hizo cosas muy avanzadas, dentro de lo que es el sistema tonal. Pero todo lo que pasó en la música del siglo XX tiene a Los Beatles como un eje de rotación, y eso no solamente está relacionado con la armonía. Tiene que ver con el sonido y con todos los cambios que se generaron.
Hoy los cambios son tal vez tecnológicos, pero en la música casi no hubo novedades. Hay mucho de revisionismo en esta época, que enseguida te da la satisfacción de llevarte a un lugar familiar. Existen bandas que hacen música que suena a los ’80 o a los ’40. No interesa romper estructuras.
Cuando tocó McCartney en River lo fui a ver y, para mí, fue la mejor banda de cover de Los Beatles que vi en la vida. Me encantó el show, en serio. Ahí tenés a un súper músico, pero también un gran empresario, que conoce muy bien esta época: sabe perfectamente la satisfacción que le da a alguien escuchar “Eleanor Rigby” tal cual está en el disco. Y se ocupó de que todo sonara así.
McCartney es un genio y no sólo de la música, sino también del negocio.
El año pasado fui a ver a Bob Dylan al Gran Rex. Lo de McCartney me encantó, pero lo de Dylan me modificó. Me transformó, porque vi algo que todavía sigue rompiendo estructuras. No lo puedo explicar, pero yo salí modificado de ese concierto. No le importaba nada, estaba tocando con su banda y haciendo exactamente lo que quería. Es Dylan, podía haber sido funcional a las épocas y, sin embargo, sigue siendo funcional a la transformación, el cambio, lo que él quiere. No importa lo que pasa afuera.
Tampoco hay que tirarle eternas flores a Dylan, porque a mí me pasó esto que cuento porque vi algo muy fuerte a nivel artístico. Pero si me remito exclusivamente a lo musical, McCartney sigue siendo Mozart. En cambio, Dylan es otra cosa. Todo depende de la perspectiva que tomes. Y volviendo a “The Fool on The Hill”, lo que me pasa es que me encanta. Obviamente que también me modifica, pero siento que la canción tiene mucho que ver con esta época.
Marcelo Ezquiaga
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