La historia detrás de "Band on the Run" (tanto el disco como del tema) es un buen ejemplo de cómo algo positivo puede salir de una sucesión de eventos en las que todo está predestinado a fallar. El camino hacia la meta fue complicado, pero el esfuerzo valió la pena: después de idas y venidas tanto con el público y con la prensa, Paul McCartney logró ofrecer un resultado que echaba por tierra los argumentos que buscaban comparar la calidad de su obra solista en contraste con su pasado beatle.
Todo estaba dispuesto para el fracaso. Primero, el baterista Denny Seiwell y el guitarrista Henry McCullough abandonaron la banda poco antes de empezar las grabaciones, en septiembre de 1973. Después, para evitar los lugares comunes, Macca eligió los estudios que EMI poseía en Lagos, Nigeria. Al llegar, lejos de encontrarse con un destino paradisíaco, el trío descubrió un país hundido en la pobreza bajo un régimen militar, y que las instalaciones de EMI tenían pocos equipos y en pésimo estado. Paul y Linda fueron asaltados en plena calle, donde les robaron los demos del disco, y el percusionista Fela Kuti encabezó una campaña contra la banda, acusándolos de querer robar la música africana.
Dentro de este contexto, la búsqueda de libertad implícita en la letra de "Band on the Run" cobra su propia dimensión. Su metáfora carcelaria es en realidad el relato del agobio del estrellato. En su primer bloque, la cárcel es simbólica y representa el encierro propio de la reclusión. En su segunda parte, el convicto que protagoniza el tema baja al llano la idea de abandonarlo todo y volver a un plano terrenal. En su estallido folk rock final, la libertad y la vuelta a las raíces son ya un hecho consumado. La galería de personajes que persigue a la banda en fuga (el carcelero, el marino y el funebrero) traza el último paralelismo solapado: el de los hombres de negocios de la industria.
Después de tantos padecimientos, "Band on the Run" dio sus frutos. El disco y el single fueron un éxito a ambos lados del Atlántico e hicieron posible que la segunda formación de Wings comenzara a edificar su historia a escala estadio a partir de los dos álbumes siguientes,Venus and Mars y Wings at the Speed of Sound. Si bien había rozado el éxito con algunos simples previos ("My Love" y "Live and Let Die", para el film homónimo de James Bond), por primera vez en su carrera post Beatles McCartney pudo hacer valer el peso propio de un disco de su nueva etapa.
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