Cuando Mark David Chapman asesinó a John Lennon, el 8 de diciembre de 1980, Bob Gruen, su amigo y fotógrafo personal, pudo hacer una sola cosa en medio del dolor: revisar su archivo y elegir entre cientos de instantáneas la que creyó más adecuada para enviar a los medios de comunicación que, con esa imagen, ilustrarían la muerte. La famosa foto del Beatle con una remera blanca que dice “New York City” no era famosa antes de los disparos en la vereda del edificio Dakota, frente al Central Park.
Gruen había tomado esa postal en una sesión de 1974, decidido a usar esas fotos cuando la prensa requiriera material para acompañar las reseñas del disco Walls and Bridges que Lennon editó ese mismo año. Pero se trata del botón de una grandísima muestra en la que las vidas de John Lennon y Yoko Ono, durante la década del 70, estuvieron documentadas por Gruen: en el estudio, en la calle, en sus shows y en la intimidad de su casa.
La carrera del fotógrafo que por estos días expone sus fotos en el Centro Cultural Recoleta y que las reúne en John Lennon. Los años en Nueva York (Planeta), viró hacia el mundo del rock la noche que una amiga lo empujó –literal y figuradamente– a mostrarle a Ike Turner las fotos que había hecho en un show de su mujer, Tina, en 1971. A Ike le gustaron, a Tina le gustaron y a Gruen le gustó embarcarse con ellos en una gira. “Ese fue mi momento justo en el lugar justo”, asegura el fotógrafo, en diálogo con Ñ durante su visita a Buenos Aires, honrando al también fotógrafo ucraniano Weegee, quien predicaba ese sentido de la oportunidad y a quien Gruen señala como una de sus influencias.
El primer momento y lugar justo en el vínculo de Gruen con Lennon fue cuando el fotógrafo se dijo a sí mismo que, sin importar la dimensión del artista que iba a retratar, tenía que controlar el temblor de sus manos para lograr buenas imágenes. Las consiguió, y Yoko le dijo que su trabajo les había gustado, que fuera su fotógrafo de cabecera, que no iban a pagarle, pero que con lo que obtuviera de la prensa iba a llegar a fin de mes. Aceptó.
El artista gráfico no volvió a separarse de John y Yoko. Y eso se nota en la intimidad de algunas de las imágenes que integran su libro y su muestra: en el estudio junto a Elton John o a Mick Jagger, en un paseo suburbano, en una fiesta a la que también asistieron Andy Warhol y David Bowie, en el Madison Square Garden, la noche que Gruen quedó hipnotizado cuando escuchó el piano y la voz de Lennon haciendo “Imagine”. O en su casa, en su cama, en su living, con Sean, el hijo de la pareja, recién nacido. Con John dejando todo de lado para convertirse definitivamente en padre full time , con Yoko sacándole una foto a los anteojos de Lennon, ensangrentados después de los balazos.
¿Cuál fue el criterio para seleccionar las fotos que componen la muestra y el libro?
Elegí aquellas que expresan algún sentimiento. No es tan importante que se vean bien, sino que se sienta algo, que puedas escuchar la música. John, que siempre ponía apodos, me decía Bob “fuera de foco” Gruen. Es que para mí, a veces, cuando el sentimiento está tan a la vista, no hay tiempo para enfocar, y sin embargo es una gran foto. Henri Cartier-Bresson es muy admirado y muchas de sus fotos no están en foco, pero los sentimientos están claros. Y además, compartí con Yoko el libro, quise usar fotos que a ella también le gustaran, aunque no necesitaba su permiso.
¿Qué mensaje cree que transmiten Lennon y Ono en sus fotos?
Entre ellos, creo que muchas veces se miran profundamente, se tocan el uno al otro, usualmente estaban cerca, no sólo mental y espiritualmente, sino físicamente, y eso puede verse en algunas fotos. Una que llamo “John y Yoko enamorados” es de mis favoritas, aunque todas las que están en el libro me gustan. Y hacia el mundo, creo que el mensaje de John siempre fue de paz, de amor y de entendimiento. Tenía una manera de expresar lo que todos sentíamos, sin decirnos qué hacer. Ese era un gran mensaje, y a través de las fotos, en la muestra y en el libro, mi intención es que la gente lo escuche: su mensaje y su música.
¿En qué momento de su vínculo con John los encontró su asesinato, en 1980?
John había empezado a quedarse en su casa cuando nació Sean, y como no trabajaba sólo para él, en esos años estuve mucho con New York Dolls, The Clash y Sex Pistols. Pero John volvió a grabar –Lennon había lanzado su disco Double Fantasy unos veinte días antes de que lo mataran– y soñaba con una gira mundial, a la que iba a acompañarlo: fue como volver a conectarnos, hablamos de ir a comer en París, de ir de compras en Japón, de visitar su casa en Londres. Si no lo hubieran matado, tendríamos muchas más fotos, pero las cosas llegan a un final.
Usted fotografió cientos de veces a Lennon, pero la National Portrait Gallery británica eligió un retrato suyo de Sid Vicious como ícono, ¿a qué lo atribuye?
Estuve muy sorprendido. Una mañana de 1999 me llamaron de la National Portrait Gallery para decirme que harían una exhibición de las 100 grandes personalidades británicas del siglo XX: diez celebridades del Reino Unido elegirían sus 10 fotos favoritas y entonces David Bowie seleccionó una mía. “Tiene que ser John Lennon”, pensé, “es decir, John Lennon es la mejor persona británica en la que pueda pensar”. Cuando me dijeron “Sid Vicious” sacudí el teléfono pensando que había un problema en la conexión. El día de la inauguración, en un lugar protagónico de la galería, no estaban ni Churchill ni Margaret Thatcher, sino Vicious comiéndose un pancho. Pero en el fondo creo que tuvo que ver con distinguir a alguien que se levantó por la libertad, algo que le gusta a la gente, y que hicieron John Lennon, Sid Vicious, The Clash. Eso era el rock and roll y eso sigue siendo: expresar tus sentimientos, tu necesidad de libertad, de una manera positiva y a los gritos. Por eso en Brasil tienen la bossa nova , pero les gusta el rock, por eso en México, en el medio del desierto, hay un lugar en el que tocan rock, por eso aquí tienen el tango, pero también les gusta el rock.
De su amigo John, dice Gruen sin excesiva nostalgia, extraña todo. Sus bromas, su buen paladar y su carácter perceptivo. Detrás del fotógrafo, en una imagen, Lennon saca la lengua: se superponen varios anteojos pero aún así se adivina su mirada, en foco y risueña.
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