Se trata de una edición limitada que sólo se conseguirá en España.
Hay conceptos de los que es difícil hablar, por evasivos y resbaladizos. El concepto de lo último, por ejemplo: ese momento que marca el cierre de una serie cualquiera y que por lo general es tan difícil de identificar en el instante en que se produce, sin la perspectiva única que sólo otorga la certeza de los hechos consumados. Porque salvo el último suspiro, para todo lo demás siempre puede más la esperanza. Por eso se hace imposible reconocer la última mirada, el último abrazo, el último beso cuando se los recibe. Esos hechos simples, imposibles de percibir desde la inmediatez, pueden llegar a adquirir un enorme valor emotivo, histórico e incluso comercial cuando se cargan con la plusvalía que les otorga el tiempo transcurrido y la inmutable propiedad de haberse convertido en lo último.
Un buen ejemplo de este proceso se condensa en el libro Compañeros en la vida y en el arte, que en una edición limitada de 1700 ejemplares firmados por Yoko Ono y el fotógrafo Kishin Shinoyama acaba de publicar la editorial Taschen en España. Se trata de un conjunto de retratos que el fotógrafo tomó de John Lennon y Ono para la portada de Double Fantasy, último disco del cantante, y que tiene un costo de 500 euros. Lo que hace tan valiosas a esas fotos es que fueron tomadas menos de tres meses antes de que el ex beatle muriera asesinado a tiros en la puerta del edificio en el que vivía, un segundo después de autografiarle a su asesino un ejemplar de Double fantasy, cuya tapa reproducía uno de los besos que John y Yoko le regalaron a la cámara de Shinoyama en octubre de 1980.
Las provocadoras imágenes de Shinoyama convirtieron al fotógrafo en uno de los más reputados artistas japoneses. Su capacidad para crear intimidad y un ambiente de confianza se pone de manifiesto sobre todo en esa serie de fotografías. La tirada del libro se complementa con una edición de arte de 125 ejemplares, a 1250 euros cada uno, que incluyen una lámina firmada por Shinoyama. Claro que nada de esto se le cruzó por la cabeza a Lennon, quien no tenía forma de saber que aquella producción fotográfica que realizó con su mujer sería la última que haría en su vida.
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