La viuda de Lennon diseñó en 1969 con el ‘exbeatle’ la Plastic Ono Band, una factoría sonora conceptual que ahora vive una segunda fase en la élite cultural
Las bandas entendidas como factorías sonoras siempre entrañan un riesgo. Pueden adquirir un peso e influencia inmediatos, como la Velvet Underground de Lou Reed y John Cale pese a sus cortas ventas primigenias, o convertirse en una experiencia de culto de primer nivel sólo con el paso de los años. Es el caso de la Plastic Ono Band, interesante formación cuya militancia cambiaba de continuo creada por John Lennon y Yoko Ono en 1969, justo en medio de un magma creativo a nivel musical y cuando el grupo apadrinado por Andy Warhol cruzaba el ecuador de su fulgurante trayectoria.
La visita estos días de Yoko Ono a España para presentar la retrospectiva sobre su obra como artista plástica que acoge el museo Guggenheim de Bilbao supone una buena ocasión para repasar una experiencia que atraviesa, como otras muchas de los años 60 y 70, una segunda fase vital. La viuda de Lennon y su grupo -comandado ahora por el hijo de ambos, Sean- disfrutan en estos momentos de las buenas críticas de ‘Take Me To The Land Of Hell’, disco editado en septiembre de 2013 y que ha sido acogido por el magazine ‘Mojo’ como un ejemplo de "la energía del siglo XXI" y calificado por ‘The Wire’ como una obra que recoge los mejores conceptos políticos y artísticos de la artista japonesa en su larga carrera profesional.
‘Take Me To The Land Of Hell’ es el segundo álbum de Yoko Ono y la Plastic desde su regreso discográfico en 2009. Y se comporta como lo que es: el trabajo de una factoría musical adecuada a los tiempos actuales. El disco es el sonido de Nueva York en estado puro. Aúna vanguardia y la cultura sonora roquista y electrónica propia de la Gran Manzana. Una obra conceptual con referencias políticas que podría no salir de Brooklyn y que demuestra el enorme peso de Yoko y su hijo en la estructura de la banda, en la que predomina la presencia de músicos japoneses como Yuko Honda, Keigo Oyamada y Yuko Araki. Siguiendo la tradición, en la grabación participa un buen número de colaboradores: desde Lenny Kravitz hasta Adam Horovitz o Mike D (Beastie Boys).
La voz más matizada -y sorprendentemente joven a sus 81 años- de Yoko y las melodías menos arriesgadas y con mucho mayor control e influencia del dance rock y el funk dotan a este álbum de una positividad que la viuda de Lennon no encontró en su debut allá por 1969 y 1970. Claro que en aquellos momentos llevaba la excentricidad al límite, corrían otros tiempos y carecía de la madurez suficiente. Entonces le llovieron las críticas, pese a que en aquella puesta de largo de la Plastic Ono Band colaboraron Eric Clapton, Ornette Coleman, Ringo Starr y Alan White, amén del liderazgo del propio John Lennon. Pero los exabruptos cayeron directamente sobre ella, más a causa de su presunta responsabilidad en la ruptura de los Beatles que por otras circunstancias. Aunque es justo insistir en la difícil comprensión de su debut, que sólo después terminó revalidado como un ejemplo válido de experimentación propio de una visionaria.
Lennon y Yoko empezaron a utilizar el nombre de la Plastic Ono Band después de algunos trabajos conceptuales y lo hicieron para firmar la celebérrima ‘Give Peace a Chance’, ideada durante su sentada -más bien ‘camada’- pacifista de 1969 en Amsterdam. Ese mismo año, los dos meten en un avión a Eric Clapton, al bajista Klaus Voormann -que había tocado con los Beatles en Hamburgo- y al batería Alan White -que luego desarrollaría una gran carrera en Yes- y se presentan en Canadá para tocar en Toronto, en lo que debería ser un festival destinado a musicalizar una película que nunca llegó a realizarse. La Plastic Ono Band se presentaba en directo con su primera alineación.
Un surtidor de adrenalina
El concierto es bestial. El grupo sólo puede ensayar las canciones durante el trayecto a bordo del avión. Les salva su capacidad de hacer magia con la música. Clapton, en estado de gracia con su camiseta blanca y su cazadora vaquera; Lennon y Yoko, como recién salidos de una manifestación contra la guerra de Vietnam. La actuación es un surtidor de adrenalina. El exbeatle y Clapton se enzarzan en insólitos duelos a la guitarra y terminan junto a Voormann distorsionando sus instrumentos con los altavoces. Los años salvajes. El público les jalea. Pero a Yoko, menos que a nadie. En algunas de sus intervenciones se percibe incluso la animadversión de la audiencia.
El concierto es bestial. El grupo sólo puede ensayar las canciones durante el trayecto a bordo del avión. Les salva su capacidad de hacer magia con la música. Clapton, en estado de gracia con su camiseta blanca y su cazadora vaquera; Lennon y Yoko, como recién salidos de una manifestación contra la guerra de Vietnam. La actuación es un surtidor de adrenalina. El exbeatle y Clapton se enzarzan en insólitos duelos a la guitarra y terminan junto a Voormann distorsionando sus instrumentos con los altavoces. Los años salvajes. El público les jalea. Pero a Yoko, menos que a nadie. En algunas de sus intervenciones se percibe incluso la animadversión de la audiencia.
Poco tiempo después, la Plastic Ono Band debutó en microsurco. La pareja contó para la ocasión con reputados músicos como el también ‘exbeatle’ Ringo Starr, el trompetista de jazz Ornette Coleman, el bajista Charlie Haden y el batería Edward Blackwell. La filosofía de este proyecto consistía en cambiar constantemente a los músicos a conveniencia de sus dos líderes. Como Clapton, decenas de artistas pasaron fugazmente bajo sus siglas. Y si se tiene en cuenta que Yoko realizaba performances como tejer jerseis con los ojos vendados en el escenario durante los conciertos, es fácil suponer que la Plastic atrajo a un buen número de luminarias como Billy Preston, Keith Moon o Phil Spector.
En realidad, el estreno discográfico se compone de dos álbumes: ‘John Lennon/Plastic Ono Band’ y ‘Yoko Ono/Plastic Ono Band’, ya que el ‘exbeatle’ y su mujer decidieron realizar sendos sets por separado, aunque los grabaron el mismo día, en el mismo estudio de Abbey Road y con los mismos músicos. Tras su salida al mercado, Yoko volvió a revivir la experiencia de Toronto: mientras a su marido le llovieron las buenas críticas, a ella la zarandearon.
Pero tampoco resultaba extraño. Lennon introdujo en su álbum gemas de la talla de ‘Mother’ o ‘Power to the People’ y Yoko se limitó a improvisar con una amplia gama de alaridos, surgidos en parte del kabuki, pero también de las sesiones de terapia a las que ambos se sometían con el doctor Arthur Janov, defensor del grito primitivo y que les obligaba a lanzar furiosos chillidos para expulsar sus traumas. Para colofón, en ‘Aos’, la pieza que graba con Ornette Coleman, la esposa de Lennon se dedica a copiar los sonidos de la trompeta del jazzmen. Con el tiempo, la obra pasó de ser el capricho de una artista al abrigo de un marido famoso a convertirse en un exponente más de la música conceptual que compuso la banda sonora a una década prodigiosa. Y ahí sigue su responsable, más mayor, vestida de negro, pero con álbumes que brillan en la oscuridad, como ‘Take Me To The Land Of Hell’.
MIGUEL PÉREZ |
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