sábado, 25 de enero de 2014

La última frontera de los Beatles: el circo


Durante medio siglo, los Beatles y sus herederos han sido muy cuidadosos con lo que se hacía con su monumental obra: evitaron su uso publicitario, persiguieron los discos pirata, dosificaron con cuentagotas el material inédito, incluso retrasaron durante años la aparición de su discografía en las tiendas digitales. Hasta muchas décadas después de rota la banda en 1970 no fue posible la primera remezcla autorizada de su material. Y se hizo para abrir una nueva frontera para la música de la banda: el circo. ¿O deberíamos decir el teatro? Las dos cosas: el Circo del Sol.
Love es una muy novedosa mirada actual a las canciones de los Beatles en las manos del productor de casi todos sus álbumes, George Martin, junto a su hijo Giles. Ambos consiguieron, tras tres años de trabajo, crear un paisaje sonoro de hora y media sin apenas interrupción (la del descanso), que va ensamblando y modificando algunas de sus canciones más memorables para el ambicioso espectáculo que el Circo del Sol estrenó en 2006, y continúa representando con éxito, en Las Vegas. Es música pensada para un sonido envolvente y al servicio de un bello espectáculo, pero esa servidumbre puede llegar a convertirse en virtud. Por ejemplo, las largas transiciones a que obliga una función del circo resultan sugerentes y crean una atmósfera propicia para la comunión entre lo sonoro y lo visual.
“Me dijeron que podía usar cualquier sonido que quisiera de los que hice con ellos en los sesenta. Me invitaron a jugar con ellos”, explicó al presentar el álbum George Martin, afectado de sordera, a quien ayudó su hijo, quien además aportó el dominio de los medios digitales. “No era sólo pegar trozos de cinta entre sí. Queríamos crear un sentimiento a través de una hora y media de música acerca del amor”.
Love es un proyecto que había impulsado George Harrison, amigo de Guy Laliberté, fundador del grupo artístico quebequés. Tras morir Harrison en 2001, continuaron con la idea los supervivientes Paul McCartney y Ringo Starr y las viudas de sus colegas, Yoko Ono y Olivia Harrison. El documental All together now cuenta cómo vivieron ese reencuentro tras su anterior proyecto común, el macrodocumental y triple álbum Anthology de 1995.
Los Beatles tuvieron algo de banda de feria, sobre todo en la época de Sgt Pepper's..., cuando gustaban de los disfraces. Son las piezas de esta etapa psicodélica las que más juego dan en este álbum, porque aguantan mejor una vuelta de tuerca. Se aprovechan también el álbum blanco y Abbey road, llenos de piezas breves, casi inacabadas, aptas para usarse en injertos. Hay menos canciones de sus inicios (apenas I want to hold your hand) porque la sencillez de esa etapa admite menos adornos.
Así, entre las piezas más sorprendentes se encuentra Being for the benefit of Mr. Kite!, a la que sienta muy bien el poderoso guitarreo de I want you (She's so heavy). Una de sus mejores canciones, Strawberry fields forever, empieza muy básica pero acaba más onírica que nunca con las trompetas de Sgt Pepper's y las cuerdas barrocas de In my life yPiggies. La muy india Within you without you encaja como un guante con la psicodélica Tomorrow never knows.
No era extraño que los melancólicos arreglos de guitarra de Blackbird yYesterday casaran bien; tampoco que Julia maride con Elanor Rigby y sus dos cuartetos de cuerda, ambas en tono nostálgico. Lady Madonna acaba más rockera que nunca convertida en Hey bulldog. Las piezas de Harrison (Here comes the Sun, Something o While my guitar gently weeps) aparecen más apacibles, más delicadas.
No es un disco original de los Beatles, de acuerdo, pero tiene mucho de su magia y una calidad del sonido que no era posible en su época. Tampoco sería la primera vez que George Martin hiciera de las suyas, por su cuenta, con lo que los cuatro de Liverpool iban grabando en el estudio.

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