martes, 1 de octubre de 2013

“¿Quién diablos es Paul McCartney?”


A más de uno le temblaron las piernas. Cuando Sir Paul McCartney cerró la ceremonia de los Grammy, Twitter estaba lleno de mensajes de adolescentes que hacían una pregunta “¿Quién diablos es Paul McCartney?”.

Que el más famoso de los componentes del más famoso de los grupos de rock del siglo XX, una persona a la que Elvis Costello definió como “el único músico que ha estado en la luna y ha conseguido volver”, sea un desconocido para muchos menores de 20 años es la consecuencia de una serie de decisiones.

Una está relacionada con el formato físico: los discos oficiales de los Beatles nunca han estado en eso que se conoce como serie media. En teoría un lanzamiento tiene un periodo de amortización económica. Durante ese tiempo se vende con el precio de una novedad. Una vez acabada la tirada que se haya puesto en las tiendas, el álbum queda descatalogado y solo es posible comprarlo de segunda mano. Pero si la demanda es continua, las sucesivas reediciones pasan a costar menos, alrededor de un 30% en la mayoría de los casos. Con el transcurso de los años este tanto por ciento de descuento va aumentando.

Pero en el caso de The Beatles esto no ha sido así. Cincuenta años después de su fundación, todos los álbumes oficiales de los de de Liverpool siguen cobrándose a precio de novedad, o casi. La demanda era tanta, se habla de 1.000 millones de copias vendidas, que nunca ha hecho falta tentar a los posibles nuevos clientes con una rebaja. El poder de la marca The Beatles es impresionante: 1, el recopilatorio que se lanzó en 2000, lleva 30 millones de copias vendidas.

Pero las nuevas generaciones no compran discos. Así que ese no es el problema. Ellos lo escuchan en la radio, los menos. En móviles, Internet, muchos. Pero sobre todo se popularizan las melodías que suenan en publicidad, en películas, series y videojuegos.

Y aquí entramos en el proceloso mundo de las licencias.

Es una larga historia. Los Beatles no son dueños de los derechos de sus canciones. Algo que ha dado lugar a situaciones curiosas: "Lo molesto es que tengo que pagar para tocar algunas de mis canciones. Cada vez que quiero cantar Hey Jude tengo que pagar ", declaró McCartney hace años.

El despropósito empezó antes de que fueran famosos. En 1963 Lennon y McCartney fundaron Northern Songs para gestionar el copyright de sus temas. El 50% de la empresa pertenecía a Dick James y Charles Silver, dueños de una editorial británica. El 10% a Brian Epstein, manager de The Beatles. El 40% restante, se repartieron a partes iguales entre Lennon, que tenía 23 años y McCartney, 21.

Años después confesaron que ni siquiera leyeron el contrato. Tras la muerte de Epstein en 1967 quedan en minoría en la empresa. A partir de aquí una serie de malas decisiones hicieron que los derechos de sus canciones acabaran en 1984 en manos de… Michael Jackson. En 2005 Sony compró el 50% de los derechos a Jackson por 95 millones de dólares. La empresa resultante se llamó Sony/ATV.

Hoy para emplear alguna de las canciones de los Beatles, un usuario necesita en la mayoría de los casos la aprobación de Sony/ATV, la compañía editorial, lo que significa los herederos de Michael Jackson. De EMI, el sello discográfico, que ha sido recientemente devorado por Universal; de los dos Beatles supervivientes y de los herederos de los dos fallecidos. De la tramitación y el papeleo se encarga generalmente Apple Corps, el conglomerado derivado de la discográfica que fundó el grupo en los sesenta.

Una mezcla de férreo control sobre los derechos, de reticencia hacia lo desconocido y el hecho de que era una mina de oro tal y como estaba establecido han impedido el acceso de las canciones del grupo a nuevos espacios.

En Internet, las canciones de los Beatles pueden encontrarse en iTunes. Pero costó, no llegaron hasta noviembre de 2010. Batieron todos los récords. En una semana vendieron dos millones de canciones y 450.000 álbumes, según fuentes de la compañía. Pasaron dos años más hasta que aparecieron en iTunes radio. Spotify no ha conseguido un acuerdo para que se oigan en streaming, aunque Pandora si lo hizo.

En publicidad, The Beatles son solo accesibles para gigantes. Cuando una multinacional compró los derechos para usar Getting better en un anuncio –no la original, sino la canción interpretada por los británicos Gomez–, pagó un millón de dólares por el título y 100.000 más a los interpretes. Y ni siquiera tras un acuerdo los propietarios de la compañía bajan la guardia. Nike usó Revolution en 1987 a cambio de 250.000 dólares de la época, y aun así la empresa deportiva fue denunciada por Apple por “uso inadecuado de la canción”, ganó Nike.

Conseguir los derechos de una canción del cuarteto para una banda sonora es una labor tan ardua como cara. La serie Mad men pagó 250.000 dólares por el derecho a usar Tomorrow never knows en un capítulo. Lo habitual para cualquier otro grupo sería una tercera parte de esa cantidad. Y al parecer tardaron varios años en conseguir los permisos pertinentes. Nunca antes se había usado una canción original del grupo en una serie de televisión.

Es difícil que suenen en la pequeña pantalla. Conan O’Brien usó en su show televisivo Lovely Rita para presentar a Tom Hanks. Los medios dijeron que se había pagado medio millón de dólares. Pero la cadena NBC asegura que fueron solo 10.000 gracias a un acuerdo previo genérico con Apple Corps.

En el cine es parecido. Good ol`freda, es un documental independiente de presupuesto mínimo sobre Freda Kelly, secretaria de los de Liverpool durante años. Allí sonaban cuatro temas de The Beatles. El director Ryan White, aseguraba que tardó un año y medio en conseguir los permisos y que llegó un momento en el que pensó que sería imposible que ni una sola canción llegase al montaje final. Apple Corps aprobó el uso, al parecer con una sustancial rebaja, por la especial relación que unía a la protagonista del filme con el grupo.

Porque siendo justos, los herederos a veces permiten usar las canciones gratis por motivos variados. En 1988 se publicó Sgt pepper knew my father, un recopilatorio benéfico en el que músicos de todo pelaje, de Wynton Marsalis a Wedding Present pasando por Sonic Youth versionaban las canciones de Sgt pepper´s.

Poca cosa en suma. Y eso que en 2010 hubo un ligero cambio de esta tendencia. Digamos que se ha abierto la mano. Por ejemplo con el espectáculo del Circo del Sol, The Beatles love, o el videojuego The Beatles: rock band. Además se permitió usar canciones del grupo como tono de llamadas para el móvil y se pusieron a la venta juegos de mesa, Monopoly o Trivial Pursuit, dedicados exclusivamente a la banda.

¿Y McCartney? Pues edita el 15 de octubre su nuevo disco. Desde el nombre, New, todo resulta muy contemporáneo. La portada es obra de los diseñadores Rebecca and Mike; lo ha grabado con la ayuda de productores como Mark Ronson, el de Amy Winehouse, o Paul Epworth, que ha trabajado con Adele. Y el single se puede escuchar en la plataforma Soundcloud.

Y, sorpresa: Ha descubierto que la Ley de Derechos de Autor de EE UU de 1976 señala que las canciones escritas antes de 1978 se convierten en propiedad del compositor a los 56 años de su composición. Sir Paul ahora podrá reclamar la devolución de los títulos en cinco años, según la prensa británica. El periódico The Sun citaba al respecto a una fuente sin especificar: "Paul ha estado echando humo durante décadas. Es un asunto personal. Ahora va a recuperar lo que es suyo por derecho”.

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