Paul McCartney y Michael Jackson cambiaron las reglas de la composición moderna con unos estilos muy opuestos, que en ningún momento impidieron que congeniaran desde el primer minuto tras conocerse a principios de las década de los 80. La íntima relación entre las dos leyendas de la música, fraguada al calor de la grabación de «Say, say, say» resultó fugaz e intensa a partes iguales. Las ansias de Jackson por extender su fortuna dinamitaron en 1983 su amistad, después de que el rey de pop comprase por unos 47 millones de dólares los derechos de reproducción de 260 canciones de los Beatles compuestas entre 1964 y 1970.
Casi tres décadas después y varios intentos de recuperar el control sobre temas como «Yesterday», «Hey Jude» y «Michelle», Paul McCartney podría ver resarcidas sus heridas, ya que según la Ley de Derechos de Autor de EEUUde 1976, los compositores pueden obtener el control de los derechos de sus canciones publicadas antes de 1978siempre que hayan pasado 56 años. Temas como «Love Me Do», publicada en 1962, pasarán a manos de su autor en 2018, mientras que«Let It Be» estarán disponibles hasta 2026.
En el caso de que el autor de las obras muera antes de que se cumplan los 56 años, como el caso de John Lennon, algún heredero puede hacerse acreedor de dichos derechos, que en este caso sería Yoko Ono, según sentencia la ley.
A sus 71 años y con un patrimonio valorado en más de mil millones de dólares, Paul McCartney por fin podrá rescatar la primera parte de sus composiciones hasta ahora en manos de Michael Jackson y la compañía Sony, a quien el fallecido rey del pop se vio obligado a venderle parte de los derechos asediado por las deudas en 2006.
Un consejo envenenado
Nadie como Jackson sabe dilapidar una fortuna y una relación en cuestión de meses. A mediados de los 80 nadaba en la abundancia económica, gracias a su disco «Thriller», del que vendió más de treinta millones de ejemplares en todo el mundo, y pidió consejo a su buen amigo Paul sobre cuál sería la mejor manera de invertir sus ganancias. McCartney le aconsejó entrar en el mundo de las editoriales de canciones, así que Michael Jackson ni corto ni perezoso compró el catálogo del quinteto de Liverpool.
«Pensé que era un chiste cuando me lo dijo. Ni por un momento se me pasó por la cabeza que fuera a comprar mis canciones», reconoció McCartney.
Desde aquel momento apenas volvieron a mantener contacto alguno, entrando en un continuo cruce de acusaciones que evidenciaban cómo el rencor del exbeatle hacia Jackson permanecía inmune al paso del tiempo. En una entrevista concedida en 2006, McCartney cargaba los dardos dirigiéndose directamente a él: «Sabes que no sienta muy biensalir de tour y tener que pagar por cantar todas mis canciones».
A pesar de que nunca enterraron el hacha de guerra y no volvieron a mantener ningún encuentro amistoso, en 2009, tras la muerte de Jackson, Paul McCartney reconoció que su distanciamiento no resultaba óbice para negar el «gran talento de un chico con alma dulce del que siempre guardaría un buen recuerdo».
ELENA CARRERAS
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