jueves, 22 de agosto de 2013

Del Cadillac rosa de Elvis al modelo de 1976 que Uri Geller ha forrado con 5.000 cucharas

Del Cadillac rosa de Elvis al modelo de 1976 que Uri Geller ha forrado con 5.000 cucharasEl Cadillac rosa de Elvis -modelo Fleetwood Serie 60- atraía todas las miradas. Era imponente y rompedor, igual que su propietario. Ahora se exhibe en Graceland (Memphis) y hay gente que se arrodilla cuando lo ve... Chifladuras al margen, no olvidemos que el Porsche 356 de Janis Joplin y el Rolls Royce de John Lennon también derrochaban personalidad. Tenían una decoración psicodélica que invitaba a ponerse delante del volante, despegar del suelo y ¡volar! La cultura popular de la época -mitad hippy, mitad revolucionaria- sentía debilidad por los coches porque se veían como una prolongación del propio individuo.
Los gerifaltes de Hollywood aprovecharon la oportunidad para explotar el filón y, con buen olfato, promovieron el fenómeno de las llamadas 'road movies'. No cabe duda de que la sentimental 'Bonnie and Clyde', de Arthur Penn, y la más existencialista 'Carretera asfaltada en dos direcciones', de Monte Hellman, contribuyeron a forjar el mito del automovilista rebelde. Visto lo visto, la estampa del cowboy a lomos de un caballo no tardó en pasar de moda porque era mucho más sexy ver a Steve McQueen apretando el acelerador. Ahora bien, conste que no solo la juventud norteamericana se dejaba seducir por el olor a gasolina y neumático quemado. En Europa también se pirraban por los coches.
Superados los estragos de la II Guerra Mundial, la población del Viejo Continente quería darse una alegría a toda pastilla y los empresarios no dudaron en satisfacer sus deseos. No solo fabricaron entre los años 60 y 70 más de cuatro millones de unidades, sino que lanzaron modelos tan icónicos (y vigentes) como el Porsche 911 y el Volkswagen Golf. Los diseñadores de la talla de Sergio Pinifarina se estrujaban las meninges para hacer de cada novedad «un placer para los sentidos». Después de todo, el propietario es libre de hacer lo que le apetezca con el vehículo.
Así llega el 'art car', una moda que consiste en personalizar el coche y gusta mucho lo mismo en México que en Sudáfrica. Se admiten todos los recursos (pintura, remolques, adherencias...) siempre que lo permitan las normas de circulación. Buen ejemplo es el ilusionista Uri Geller, que ha recubierto su Cadillac con 5.000 cucharas; dice que las dobla mientras conduce...

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