martes, 13 de agosto de 2013

“1969: el disco secreto de los Beatles con Jagger y Dylan”

masked-marauders13-08-13
A veces, hasta un periodista musical que no destaca por su sentido del humor, como Greil Marcus (del que acaba de publicarse una edición ampliada de su libro “Mistery train”) tiene “una fabulosa ocurrencia”, como nos recuerda Diego A. Manrique en “El País”: “En 1969, Rolling Stone era la Biblia y el BOE de la contracultura: lo que decía iba a misa. En el número de 18 de octubre, se publicó una crítica de The Masked Marauders. ¿Quiénes? El resultado, se explicaba, de una jam session en una remota región de Canadá, donde se juntaron varios de los Beatles con Bob Dylan y Mick Jagger, bajo la producción de Al Kooper.”
“Dado que los músicos parecían entonces divinidades, se aceptaba como lógico el concepto del ‘supergrupo’. Resultaba creíble que aquello se editara clandestinamente: unos meses antes había salido Great white wonder, el doble pirata de Dylan que “demostraba” que los archivos de discográficas y editoriales rebosaban de maravillas inéditas.”
Marcus, que firmó su broma como T. M. Christian, “buscaba burlarse de la credulidad de la grey hippy y, de paso, ironizar sobre el lenguaje, frecuentemente hiperbólico, de críticos como los que llenaban las páginas de Rolling Stone: ‘se puede afirmar que éste disco es más que una forma de vida, es la vida misma’.”
Miles de personas se creyeron la existencia del disco, pero Manrique no quedó convencido y “decidí que era un ejercicio literario (la sección de críticas a veces cubría huecos en la maquetación con poemas breves). Pero se cree que incluso los managers de los artistas mencionados, Allen Klein y Albert Grossman, se pusieron nerviosos: ‘esos cabrones han grabado un disco que podría vender millones ¡sin avisarnos!’.”
Ante los miles fans ansiosos que deseosos de hacerse con el disco, recorrían las tiendas, Marcus y su socio de “Rolling Stone” Langdon Winner “contactaron con una jovial agrupación de Berkeley, The Cleanliness and Godliness Skiffle Band, que disfrutaron aproximándose a aquellos delirios marcusianos (el propio Winner sumó su piano e hizo coros) y haciendo las imitaciones vocales correspondientes. Warner trató el lanzamiento como si fuera auténtico.” Varias revistas siguieron la broma, de la que al final  “se despacharon 40.000 copias (otras estimaciones aumentan la cantidad a cien mil ejemplares, pero en cifras siempre conviene dudar y volver a dudar).”

Diego A. Manrique

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