sábado, 20 de julio de 2013

Así se baila jazz

Así se baila jazz
Los graves de la voz de Cecil McLorin provocaron piel de gallina en quienes asistieron a la tercera noche de jazz en Mendizorroza. Con una mano agarrada al micrófono y la otra endredada en el collar de perlas, McLorin cantaba llenando el espacio como lo hacen solo las mejores. El registro de la mujer de vestido azul y gafas de pasta blanca dejó boquiabierto a más de uno. Y eso que aún tiene 23 años.
Con su versión del Oh My Love de John Lennon cayeron las mandíbulas, pero el público también dedicó los silbidos y los bravos a Jackie Terrasson, Burniss Travis, Leon Parker y, sobre todo, a los invitados especiales: Michel Portal al saxofón y Stephane Belmondo a la trompeta.
'Gouache', el último disco de Jackie Terrasson, líder de la primera parte de la noche, es un álbum de versiones; pero de versiones elegantes, camufladas, con secuencias en las que solo se reconoce jazz.
En el bis, Terrasson permaneció detrás del escenario con la camisa abierta a la mitad, secando el sudor de su frente con una toalla, y sonriendo a Leon Parker quien emprendía un solo de percusión valiéndose solo de palmas, boca y pecho.
Al descanso seguían frías muy pocas sillas. Pero el calor aún estaba por llegar. Con turbante, gafas de sol, taconazos de aguja y cambio de vestido tras la 'intro', Melody Gardot parecía una diva. Y lo fue, pero sin olvidar a sus músicos ni al público, con el que supo conectar de forma natural, espontánea, con guiños de humor, ofreciendo el micrófono y propuestas de canto colectivo mediante.
Gardot fue el centro de un espectáculo de voz, jazz, luz y sonido. Y, sin embargo, presentó a cada uno de sus músicos de un modo especial, dejándoles el escenario. Después de un solo con el tenor, el saxofonista acompañante se llevó a la boca el saxo alto que llevaba colgando del cuello y los hizo sonar al mismo tiempo. ¿El autodúo?
Los minutos de soledad del guitarrista dieron paso a la primera pieza que, por fin, sacó a relucir la voz de Melody Gardot. Era 'So We Meet Again My Heartache', la quinta canción de su último disco, 'The Absence'.
Esta vez nadie abandonó el polideportivo antes de tiempo. Gardot consiguió que el público cantara los coros de 'Iemanja' e hizo realidad un imposible: que el polideportivo entero se pusiera en pie... y bailara. El concierto se había convertido en una fiesta. Cuando el reloj marcaba casi la una de la madrugada y el escenario quedó vacío, la sala pidió a gritos un bis. Salieron.

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