
Después de la música, la segunda cosa mejor en esta vida es hablar sobre música. Para muchos de nosotros la pasión que nos mueve no consiste sino en ejercitar el saludable arte de hablar sobre lo que nos gusta.


La historia es así, no hay que darle más vueltas, y Beatles no hay más que unos. Si hay que mandar una canción al espacio, ahí están The Beatles. Es lo primero que se piensa, en cuál sería la reacción de un marciano ante una canción como “Hey Jude”.
Paul sigue vivo. Tal vez algún día lo aclare del todo, aunque creo que él solo no puede hacerlo, aunque quisiera. “Hey Jude” viene a ser “el canto del cisne” del grupo. Una despedida de todo lo que habían sido hasta entonces, un himno a sí mismos y a sus seguidores mediante un fundido en la coda final que se expande cuatro minutos hacia el infinito. Siempre me he preguntado por el nombre de ese miembro de la orquesta que, beligerante, se negó a dar palmas y a cantar como los demás, y eso que según se cuenta habían duplicado a los músicos el salario por hacer tal favor. Hay, de ser cierto, gente para todo.
“Hey Jude”: es, por un lado, de una dulzura exquisita, con Paul al piano, como si atacara un rag de Scott Joplin -me viene a la mente ”When I´m Sixty Four” del Sgt. Pepper sumado a los primeros segundos de una de las tomas de la grabación de “Hey Jude” en el estudio cuando Paul sitúa los dedos sobre el piano-. En el reverso, incisiva como un punzón. No hace falta haber leído a Jung para darse cuenta de que ahí había un doble juego.
No me atrevería a mencionar abiertamente los celos, ni citar para hablar de The Beatles a Calderón de la Barca, porque suena raro, pero la cosa tiene su miga: si Paul está pensando en Julian como interlocutor; si el interlocutor es John Lennon, su padre; si el subconciente le está jugando una mala pasada a Paul, y está hablando de sí mismo. Sea como fuere, lo que es innegable es que la complicidad entre Lennon y Mc Cartney y su grado de implicación mutua es la clave del milagro griego de The Beatles.

Cualquier canción supera su espacio-tiempo solamente cuando es capaz de entrar en cada una de nuestras historias personales. Porque el significado de una canción nace en el mismo momento en el que se difunde, nunca antes. Y se multiplica en una relación directamente proporcional al número de oyentes que pueda tener en el futuro. El significado de “Hey Jude” le da otra dimensión, pero no es lo más importante. Lo que más nos importa es la música y la emoción que transmite.

Álvaro Alonso
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