Este año se cumple el 50 aniversario del debut cinematográfico del grupo de música más popular de todos los tiempos, los Beatles. Aquel año de 1964 fue fundamental para el grupo de Liverpool porque pasaron de ser famosos a superestrellas. La habilidad del equipo de producción y marketing permitió que el grupo fuese dando los pasos adecuados, marcando las pautas para artistas posteriores y aprendiendo de los errores que habían cometido quienes les habían precedido.
Uno de estos errores había sido la gestión de la carrera musical en el cine. Para los primeros artistas de rock, el cine no había sido más que una herramienta de segunda categoría que sólo servía para promocionar las canciones o lucirse en films de consumo inmediato. El caso más presente ya en aquel entonces era Elvis Presley, figura que acusaba un gran contraste entre su gloria musical y la vergüenza que despertaba verlo actuar en películas simplonas.
Así pues, la milimétrica maquinaria de los Beatles se puso manos a la obra para que el cine no fuese un mero vehículo que lastrase la imagen del grupo.
El resultado fue el estreno, en 1964, de una película titulada¡Qué noche la de aquel día! (A Hard Day's Night), dirigida por un profesional del cine y la televisión, Richard Lester, un norteamericano que acabaría siendo uno de los renovadores del cine británico. La película narraba lo que supuestamente era su rutina, unas horas en la vida del grupo, que se presentaba de un modo ajetreado, yendo de actuación en actuación, perseguidos por las fans y carentes de privacidad. Los Beatles se interpretaban a sí mismos, usando sus nombres reales, pero las situaciones que vivían en la película, así como el resto de personajes (el mánager o incluso el abuelo de Paul McCartney) eran ficticios.
¿Cómo? ¿Los Beatles haciendo un falso documental? Si hubieran tenido esa ocurrencia hoy en día en España, habrían acabado en la cárcel por haber mentido a su público, a sus fans y a cualquier espectador ingenuo. No obstante, aquello eran los locos años 60, cuando se permitían los mayores disparates, como tomar toneladas de ácido, practicar el sexo libre, hacer manifestaciones contra las guerras, matar líderes políticos y realizar falsos documentales.
En realidad, los Beatles y Lester ofrecían una película muy interesante que reflexionaba sobre los límites entre realidad y ficción. El film tenía un ligero humor surrealista que ponía sobre la mesa un debate obvio: no existe diferencia entre la ficción y documental. Es decir, la distinción es sólo un efecto retórico puesto que el género documental utiliza elementos narrativos y expresa una subjetividad (la del realizador), a la vez que la ficción parte siempre de materiales presentes en el mundo real. ¡Qué noche la de aquel día! era a la vez ficción y documental, puesto que nos hablaba de cómo era la vida entonces de los fab four a base de contarnos una mentira tras otra.
El juego de Lester con los Beatles siguió en la siguiente cinta, ¡Socorro! (Help!), realizada en 1965. En ésta, Lester abandonaba el tono documental, pasando del blanco y negro del cinéma vérité a una película de aventuras colorista, con los chicos de Liverpool viajando por todo el mundo. Sin embargo, los Beatles seguían interpretándose a sí mismos, con sus nombres reales y sus caracteres bien diferenciados en los personajes que aparecían en la pantalla: Lennon seguía siendo el líder del grupo, McCartney, su contrapunto, Harrison, el más joven y tímido yRingo Starr, ofreciendo una cierta imagen de desamparado. Eran los Beatles haciendo de sí mismos y mintiendo de nuevo, puesto que los grandes motores que movían y explicaban sus carreras (el dinero, el éxito, el sexo y la progresiva presencia de las drogas) seguían sin explicitarse y no lo harían jamás en su cine.
La carrera de los Beatles ya estaba totalmente lanzada. Lennon tardaría unos pocos años aún en madurar su compromiso político pero ya se había producido un cierto distanciamiento entre su proyecto de carrera para el grupo y lo que los demás iban imponiendo. Sin ir más lejos, justo después de estrenarse su segunda película, Lennon declararía que su intención era hacer muchos más films como grupo. Al final, no fue así: los Beatles harían tres películas más pero todas ellas como marca comercial, para poner el nombre, antes que como proyecto personal. No se volvería a repetir una experiencia similar al trabajo con Lester.
Además, Lennon se vio obligado a pedir disculpas por el revuelo que habían causado unas declaraciones suyas en Estados Unidos. Los paletos ultracristianos promovieron una campaña de quema de discos del grupo tras haber dicho en un medio británico que los Beatles eran más populares que Jesucristo. El llamamiento a las hogueras trascendió las fronteras del país y se produjeron en todo el mundo, en países tercermundistas como la Sudáfrica del apartheid (en Johannesburgo) o la España del nacionalcatolicismo franquista (hubo quemas de discos en Pamplona).
En el verano de 1966, Lennon tuvo que pedir disculpas públicas, al mismo tiempo que el grupo ofrecía su última actuación en directo. A partir de entonces, el desinterés de Lennon hacia un proyecto del que se iba sintiendo cada vez más desapegado (puesto que siempre lamentó que nunca llegara a grabarse en disco su verdadera furia de los primeros conciertos) se manifestaba también en las películas, como el film que partía de un proyecto de McCartney (Magical Mystery Tour) o la cinta de dibujos en la que ni siquiera pusieron la voz (Yellow Submarine).
La guinda del despropósito llegaría con otro documental tramposo, tramposísimo, puesto que nos mostraba un grupo que seguía trabajando y grabando, cuando las diferencias eran evidentes. Por mucho que la tensión entre ellos quedara insinuada en Let It Be, la película trataba de aparentar normalidad y rutina.
Revisar ahora las películas de los Beatles queda como la constatación de un fracaso, un proyecto frustrado por las dinámicas de una industria que ellos mismos contribuyeron a crear. Lennon se cansó de ver cómo sus ideas se quedaban en el tintero y decidió canalizar sus inquietudes en otros proyectos. Con la separación del grupo en 1970 también comenzó su sacralización y la falsificación de la historia.
La nostalgia ha ido convirtiéndose en el elemento fundamental de la industria musical para esconder los aspectos más incómodos que genera el rock. Así, la imagen que tenemos hoy de los Beatles es la de unos chicos alocados y divertidos. Una imagen incompleta y tergiversada, consagrada por el falso documental que nadie cuestiona, que no escandaliza a nadie y que lleva ya cincuenta años coleando como prueba audiovisual irrefutable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario